lunes, 16 de mayo de 2016

PARA ESTAR GUAPA HAY QUE SUFRIR ... Y UNA MIERDA


Estuve el otro día con el Moñas y el Gafapasta en el Museo de la Tortura de Santillana del Mar. Mira que los humanos tienen que ser depravados, absurdos y malos bichos para usar esos artilugios contra sus semejantes, poner los artilugios en un museo como si estuvieran orgullosos y luego ir de visita como quien se da un garbeo por el Carreflús. Pero además el museo está mal, porque si se trata de mostrar torturas faltan todas las que se aplican al maltrato animal en general, a la supuesta belleza canina, y las gatas, porque para tortura-tortura, las gatas-gatas. Me ha salido muy mujer-mujer pero así queda bien explicado.
 
Pero quería yo extenderme sobre tortura y belleza. Porque el ser humano, depravado y maligno por naturaleza, ha creado toda una gama requetetremenda de aparatos destinados a provocar en los perrines sufrimientos sin cuento. Cepillos, cardas, cortanudos, rastrillos, peines y ni sé cuántas cosas más, y todo para ponerte como si fueras un perro de las Kardasian o una muñeca repollo.
 
Para ser humano, el Gafapasta es llevadero, pero ni él se salva de esas costumbres atávicas, y guarda en un cajón un cortanudos, un cepillo y una carda. Cuando abre el cajón, el Setter Moñas se sienta, y mira aterrado y tembloroso, pero el pánico le inmoviliza y le sienta. En realidad al Setter Moñas todo lo que ocurre alrededor le sienta, maldito vago. Así que le atrapa siempre y tiene un pelazo que ya quisieran Pavisoso y la Barbie L'Oreal para sí mismos. Él llora y lloriquea, muy intenso, pero se conforma al final con la resistencia pasiva (se tumba para que sólo sufra un costado) y la golochuche de premio.
 
Yo que además de perrinalinda soy perrinalista y que nunca he tenido simpatía por las muñecas cursis (ay, lo bien que lo pasé jugando con la Barbie Albericia y el Ken Cani que me pidió Mami Glenda a los Reyes Magos) cuando veo que el cajón se abre, salgo disparada y me escondo en uno de mis refugios favoritos. El Gafapasta podría invadirme con facilidad, porque en este maldito piso de mierda no hay manera de esconderse en condiciones, pero como se leyó un tratado de psicología barato-canina por fascículos aprendió que si consideramos los perrines "casa" algún reducto concreto, es como cuando juegan los niños humanos a pillar: hay que respetarlo para darnos seguridad. Yo estoy súper segura siempre, pero me aprovecho y me aplasto entre el sofá de la sala y un armario vecino y me hago la loca.
 
Casi siempre la Operación Disimulo sale bien, pero a veces noto una manaza que me traba por el collar o, Anubis bendito, por el rabo. Y ya no hay quien se libre.
 
- Para estar guapa hay que sufrir, Gin.
- Y una mierda.
- Que luego se te forman unos nudos horribles y es peor.
- Y una mierda.
- Mira qué guapa estás quedando.
- ¿Y por qué no te cepillas tú la calva, caraculo?
- Raquera. Impertinente.
- Torturador.
- ...
 
Cuando le dejo sin palabras, que no os creáis que es misión fácil, termina, me sacudo, me marcho muy digna y en cuanto se relaja un poco ataco al cepillo y se lo destrozo. Desde que llegué a la vida del Gafapasta han subido un 8000% las acciones de Cardas y Rastrillos S.S.
 
Le pienso arruinar.
 
 

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