viernes, 11 de enero de 2013

EL PAN A LA HUCHA


Ya ya, que os reís de mí porque intento esconder cosas ricas en los montones de trastos del Gafapasta para cuando vengan mal dadas. Pero eso es porque no habéis leído la fábula de la cigarra y la hormiga, o porque sois un poco cigarras, o porque estáis buscándome la boca.

A mí el cuento ese de la cigarra y la hormiga me parece aburrido, la cigarra es idiota, la hormiga una petarda pretenciosa y me caen las dos fatal. Pero las perrinas lindas como yo somos un poco cigarras porque corremos como locas cariocas y nos encanta correr y jugar y disfrutar y aullar a la luna, pero también sabemos ahorrar como las hormigas estropajosas esas que además de ahorrar se te suben por todas partes y te producen picores de chirimiri.

Yo tengo un olfato estupendo, así que cuando salgo de fiesta con el Gafapasta a trotar las calles, pues me encuentro muchas cosas. Por ejemplo tengo una estupenda colección de juguetes que me he ido encontrando y que no pienso llevar a objetos perdidos como me dice el Gafapasta, que hubieran tenido cuidado: un oso feísimo de color rosa chillón que ya no tiene tripas, una perrita cursi con dos lacitos y flores, una pelota con cara de Pluto y una Hello Kitty graciosísima que me llevo al Insti y es la envidia de todas las perras de clase. También me encuentro muchos cachos de pan, pero como en casa como muy bien y estoy bien alimentada y no quiero engordar pues he decidido ahorrarlos, que con el cara-cacahuete ese del Montoro Burns ese subiendo el IVA veterinario el día menos pensado no nos llega para pienso. Así que lo mismo que os hacía tanta gracia en casa pues lo hago en la calle, que no me avergüenzo de ser previsora, claro que no. Engancho el pan, lo llevo hasta alguna esquina recogidita y fuera de miradas indiscretas y trato de hacer un hoyo. Es fácil en tierra, regular en hierba y megacomplicado en asfalto y en losetas. Pongo el cacho de pan y trato de enterrarlo bien con la naricita. Cuando he terminado miro, olisqueo, y me da la impresión de que hace falta más seguridad así que lo desentierro, lo vuelvo a coger con la boca, vuelvo a dar vueltas y otra vez agujero, hociquito, comprobación, paseo, agujero, hociquito, comprobación ... Una lata, pero todo sea por mi futuro.

Al final, el pan acaba con más tierra que miga, yo acabo agotada, y el Gafapasta aburridísimo y mirándome con cara de "A ver, rica, ¿piensas terminar?". Porque como él no es ni ahorrador ni previsor, pues no me entiende. Y me dice con mucho retintín que por qué no llevo mi pan a un banco. Pero ya le he dicho yo, "sí claro, a Liberbank, para que me invierta las migas en harinas preferentes y me quede sin un chusco. Al hoyo todo. Que prefiero que me lo guinde un perro callejero y desfavorecido a que se lo queden los del banco".

Y es que yo como soy perrina lista además de perrina guapa, he olisqueado las puertas de todos los bancos de la zona y siempre me han olido fatal.

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