martes, 8 de enero de 2013

MI RREGALO DE RREYESSS, MI TESORRO, GOLLUM GOLLUM

Con esto de los Reyes Magos vivo en un sinvivir de lo más chungo. Porque como he sido perrina buena buena y como Mami Glenda dejó muchas cosas encargadas para mí, pues tengo un montón de complementos de la Barbi Albericia y un chándal nuevo súper ajustado y súper brillante. Pero no he tenido tiempo de estrenar nada porque también me han traído una golosina rica, una oreja de cerdo ligeramente ahumada con sabor a dorito de ketchup. Una delicia, oye, que ya sabe el Gafapasta cómo me molan y yo creo que ha sido cosa suya.

Cuando me dio el Gafapasta la oreja, pues dije, rica rica ñam ñam, pero no tenía hambre y no va a ser todo comer por comer, que es glotonería y una es precavida y ahorradora, ya os contaré. Así que como buena administradora de chuches decidí enterrarla para que estuviera a salvo de gatas ladronas y golosonas y de gafapastas famélicos. ¿A que soy práctica no, lo siguiente? Porque así cuando tenga ganas de oreja marrana, pues la desentierro cuando nadie me mire y me la como tan divinamente.

Pero la casa del Gafapasta tiene un problema grave. no tiene campo, ni arena, ni ningún sitio adecuado para guardar los ahorros. Así que cogí la oreja y empecé a recorrer el pisito lloriqueando y diciendo mi oreja de Reyes, mi tesorro, gollum gollum y dando grititos y gemiditos desesperados de un cursi que no es propio de mí, pero es que sentía que mil ojos me observaban para robarme mi tesorito ahumado. Intenté enterrarla en una montaña de libros, en un montón de papeles, en una pila de ropa guarrindonga en espera de lavadora, en un parqué de segunda que se quedó rayadísimo, en los azulejos de la cocina, en la bolsa de la basura, en el rincón de los trastos, en la pared de la entrada... Y la técnica que conste que la tengo depuradísima, que me la aprendí en Tecnología el curso pasado, apartas tierra y trastos a uña y pata, depositas con cuidado la oreja o lo que quieras esconder y luego con la naricita vas colocando todo en su sitio con cuidado hasta que no se vea lo que estás escondiendo.

Pero cuando terminaba no me convencía nada el resultado, que las gatas me observaban y el Gafapasta me observaba y yo decía gollum gollum, mi tesoro, mi tesoro, mío es míiiiio como si me hubiera poseído el bichejo ese asqueroso y viscoso que sale en El Señor de los Anillos. Un desastre. Así que volvía a desenterrar la oreja y me iba a buscar otro sitio. ¿Es que no hay en esta maldita casa un escondite adecuado para huesos, mendrugos de pan y orejas ahumadas? Al final, agotada, me tuve que ir a la cama del Gafapasta y como las perrinas listas sabemos hacer varias cosas a la vez pues a un tiempo chupeteaba nerviosísima la oreja, lloriqueaba desesperada y le llenaba todo de babas.

Necesito un jardín, un pico y una pala, pero a la voz de ya.

Por cierto, no sé dónde se habrán metido el Ken Tatuajes y el Ken Cani. Tendré que preguntar al Gafapasta.

1 comentario:

  1. Pregúntale al Gafapasta si sabe dónde compraron los Reyes la orejota para encargarle yo una a mi Mario. Gracias colegui

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