miércoles, 30 de enero de 2013

TRES EPISODIOS DE CAZA - II : ¡MENUDA PÁJARA!



En el Insti me están cargando un poco, que dice todo el día la tutora que señalar es de mala educación. Porque parece que no se da cuenta de que yo soy perrina de caza y eso me obliga a ir por las playas y las calles y los parques y los bosques y los prados, bueno ya os hacéis una idea, olisqueando y señalando a todo bicho con pluma que se ponga a tiro de hocico. No es por mala educación como dice la chunga de la tutora, es porque una es así, de natural, señaladora compulsiva. Y menuda elegancia que me sale cuando pongo las posturitas, que llamo la atención de todo el barrio.

Pues resulta que el otro día estaba sacando de paseo al Gafapasta después de comer, o me estaba sacando él a mí, que no acabo de entender bien cómo funciona eso, y tomamos el camino habitual de la sobremesa, que consiste en bajar muchas escaleras, bajar una cuesta muy cuestosa, pindia dicen los rarunos de esta ciudad, llegar al borde del mar y recorrer en horizontal varias calles ida y vuelta para luego trepar cual alegres cabritillas la montaña previamente descendida. Todo muy práctico.

Una de esas calles es muy peligrosa, pero las perrinas cazadoras solemos ser también perrinas aventureras y el peligro nos encanta. Se llama Peña Herbosa, y viven allí a media pensión en un caseretón feo que el Gafapasta llama Gobierno de Cantabria, unos señores y señoras que se llaman políticos y que por lo visto tienen mucha culpa de que la gente maltrate a sus perrines y los abandone y todas esas cosas horribles porque les da igual y no están dispuestos ni a tomar medidas ni a cumplir las pocas tomadas. Bueno, no todo es horrible, porque hay una vaca a la puerta, pero como es una vaca de políticos es una vaca de mentira, no como las que estuve yo cazando en verano en Lloreda de Cayón, que lo mío es señalar plumas pero de vez en cuando me apetece señalar solomillos. Y también hay un señor muy simpático que me cae muy bien porque él y su señora fueron los mediadores y los encontradores cuando este verano se me fue la olla, salí disparada cual loca carioca, me perdí y caí secuestrada por un tipo raro. Y me rescataron y me llevaron otra vez con el Gafapasta, que estaba enfadadísimo conmigo en vez de enfadarse con el secuestrador.

Lo peor de esa calle es que por lo visto a la hora de la sobremesa-paseo suele apatrullarla una política de esas que tiene ojeriza al Gafapasta. Y eso me parece mal porque a mi Gafapasta que no me lo toquen que saco la navaja del calcetín y el colmillo de las fauces. Y el Gafapasta tiene ojeriza a la tipa, y eso me parece bien porque ella me parece mal. Y la política nos adelantó a trote cochinero por la derecha, que es algo que no se hace, y de pronto yo hice posturita y señalé el trasero de la consejera esa que se llama Chulicia o algo parecido.

Al Gafapasta le hizo mucha ilusión mi posturita y se rió mucho y dijo, "Ay, Gin, qué requetelista me has salido, tienes toda la razón ¡menuda pájara!". Y yo me reí mucho también porque soy perrina cazadora pero también perrina alegre y dicharachera. Y no le dije que la posturita estaba dedicada a una petirroja que echaba la siesta en el tercer árbol a la derecha y que había localizado con mi fina pituitaria tras atravesar la densa nube de perfume barato de señora mayor que iba abandonando como rastro la Chulicia esa. Que pensaba yo que las armas químicas estaban prohibidas, pero se ve que en Peña Herbosa no.

Pues eso, que no le dije nada de la petirroja al Gafapasta porque me gusta verle reírse, que él es de natural taciturno. En idioma de Peña Herbosa, amurriau. Y cuando volvimos a casa, después de subir el Tourmalet y las escaleras, me dio una oreja de cerda ahumada como premio, que estuve rumiando y chupeteando toda la tarde. Con la satisfacción del deber cumplido. Para que luego diga la lerda de la tutora que no debemos señalar.

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